viernes, 8 de mayo de 2015

Quiero llegar a los 90.

02/08/2013

Quiero llegar hasta los 90 años para poder contarles a mis nietos, bisnietos y tataranietos, todas mis aventuras, todas mis locas historias, que seguramente ellos tendrán como las más grandes hazañas de su abuelo.

Quiero llegar hasta los 90 para poder lograr todo lo que quiero y más que eso, lograr mi sueño de no tener que trabajar y ver como mi dinero se multiplica de las grandes inversiones que hice a los 30, los negocios en el extranjero que logré llevar hasta lo más alto de la cima a los 40, las mujeres súper top models  que conseguí a los 50 por ser un viejo rabo verde con mansiones y carros de los más lujosos. Ver cómo llegó mi esplendida jubilación a los 60 pero sin haber tenido que trabajar realmente los últimos 20 años, llegar hasta los 70 como un viejo fuerte y quizás celebrar unas bodas de oro a los 80.

Quiero llegar a los 90 para ver como las nuevas generaciones me superan y cómo se supone, que por mi orgullo que seguramente se hará más grande, me acoplaré a ellas para estar a la vanguardia y ser todo lo contrario al joven con experiencia, y ser un experto que no le pide nada a la juventud.

Quiero llegar a los 90 pero me da miedo. Me da miedo por el hecho de que en 22 años he visto como el hombre se destruye, los destruye, me destruye y me destruyo. Miedo a ver como la tecnología logra sustituir por completo un cálido abrazo, como la violencia se hace algo tan normal que morir acribillado sea algo natural. Miedo a ver como la naturaleza nos dice "gracias y disculpa", mientras talamos el ultimo árbol, mientras cortamos la última flor. Miedo a ver como de repente, el mundo comienza a detenerse, cómo los rayos del sol comienzan a quemar hasta sangrar, cómo las generaciones se burlan de sus viejos, pierden la memoria y no recuerdan todo lo que sus padres hicieron por ellos. Miedo a que mis hijos sean unos incompetentes, buenos para nada, que no tengan mis agallas, que los aborrezca y aun así los tenga que seguir queriendo. Miedo a ver que todo lo que logré en 90 años, mis hijos los hagan pedazos en 2, ¿te imaginas como le pegaría eso a mi orgullo del que tanto te he hablado? Miedo a ver como mi amada se enferma por mi culpa, por mi arrogancia y por lo testarudo que seré. Tener que cuidarla y verla partir antes que yo, y sentirme el peor por nunca haber sido el príncipe que ella siempre quiso y que seguramente se merecía. Miedo a ver a mis amigos de la infancia, de la juventud, de la adultez y de la cuadra, partir uno por uno, sin poder hacer nada. Ver como esas reuniones a los 30 comienzan a hacerse más pequeñas a los 40, menos a los 50, un reducido grupo a los 60, unos cuantos a los 70, tan sólo un par a los 80 y estar solo mirando al cielo a los 90; miedo a ver como las artes y la cultura se vuelven un animal en peligro de extinción, que poco a poco se hace más pequeño o peor, evoluciona y se distorsiona completamente; miedo a ver como el papel y el lápiz se desvanecen por completo, dime tú ¿dónde voy a escribir cuando me entre la nostalgia y no quiera nada electrónico cerca?

Miedo a darme cuenta que no puedo hacer nada para mejorar esto.

Miedo a saber que al igual que tú, aporto mi granito diario para que esto suceda.


¿Sabes? Ahora entiendo a Janis, Morrison, Hendrix y compañía, y ¿sabes? quiero ser del club de los 27 y no quiero llegar a los 90...


Notas de un escritor pedante

sábado, 11 de abril de 2015

Carta de un psicópata

06/03/2012

Hay ocasiones en la vida donde decides, simplemente, intentar entender ciertas frases que escuchas o que alguna vez han sido dirigidas a tu persona, y han retumbado tantas veces en tu cabeza al grado de causar un patológico sismo en tu personalidad. Pero, se ha preguntado, ¿que palabra podría causar todo esto en una persona? le seré sincero, muchas veces no son las palabras, en sí, lo que provoca esto, sino de quién son recibidas; hablemos de alguna palabra en especifico, quizá podría ser “confianza”. Para empezar, ¿Qué es la confianza? Algunas definiciones más comunes podrían ser:

“Seguridad que se tiene en algo, alguien, o en sí mismo”, aunque también ramas como la sociología la definen como “la creencia en que una persona o grupo será capaz y deseará actuar de manera adecuada en una determinada situación y pensamiento” y quizá, otra menos importante pero igual de graciosa, sería una que dice que “es la vía libre que se le da a una persona para que cometa una serie de tonterías”.

En fin, hay muchas maneras de interpretarse.

En una relación siempre se dice que el amor no basta, cuando no existe la confianza. Para ser sinceros aún no logro tener una definición clara de esta palabra, pero sé que cuando abres tus sentimientos con la persona que amas, es fácil sentir y reconocer como fluye dicha palabra, ya que todo, se convierte en un todo; sé que es algo complicado entenderlo (y un poco más tratar de explicarlo), pero es así. Claro, algunas veces no todo sale perfecto y la confianza, puede volverse algo apabullante cuando una persona no es reciproca con el grado de confianza que le profesamos. Pienso qué, si ella hubiera dicho que confiaba en mí, cuando le dije que la amaba, no tendría que haberla asesinado para enseñarle, que yo sería el único que la seguiría hasta el final; sé que es doloroso, pero era necesario que ella comprendiera esta palabra que (por mas que traté) no pude definirle.

PD: 

Si lees esta carta, no pienses que fue un homicidio o un suicidio por encontrarnos aquí en el suelo, simplemente míralo así (como realmente es), este es un acto de confianza, en su máxima expresión.

Notas de un escritor pedante.

martes, 7 de abril de 2015

Microrrelato #2

07/04/2015


De repente la encontró, así, dormida. Sumamente bella, pérdida en un viaje en las tierras lejanas de Morfeo. Él era un asesino, un monstruo. Ella, una princesa acostumbrada a ellos. Y así fue, como en una paradoja, Krueger conoció a Aurora y decidió entrar en su sueño. Él no tenía la menor idea, de que todo era una maldita trampa.

Pequeñas notas de un escritor pedante.

miércoles, 1 de abril de 2015

Lo que ya conoces...

01/04/2015


Bueno, quizá tenía que ser así, no lo sé. No me importa una mierda lo que pienses cuando leas esto, cariño (si es que lo llegas a leer). Pero por algún momento pensé que eras realmente un ente libre y eso me atrajo mucho de ti. Seré sincero, tú y yo sabemos que no soy la mejor persona en ninguno de los casos, que física y psicológicamente estoy destruido (y no tenías que conocerme más, ni ser una genio para darte cuenta de eso). Pero me gusta pensar y lo sabías.

Solamente soy un alcohólico, pseudo escritor, que tan solo podía ofrecerte eso, botellas vacías de cerveza, letras y pensamientos crudos. Y fue genial (en un momento) encontrarte e imaginar que quizá por azares del destino (sin querer), había hallado un ser tan mágico que solamente estaba atada a la libertad de sus pensamientos.

Corazón no intento herirte, pero me decepcionas. En serio, aún ahora te quiero mucho, no como ayer pero te sigo queriendo un chingo y me duele saber que perdiste esa forma mística de pensar (que tanto me gustaba) y te casaste con la inseguridad, y te dejaste llevar por lo que otras personas decidían que era lo correcto para ti. Realmente estoy sorprendido. Nunca creí que tu podrías caer en ese juego tonto de personas que creen que pueden modificar tu mundo a su antojo (sin importar sin son “tus mejores amigos” o “familia”), y lo que menos creí posible, es que tú se los permitieras.

Estoy absorto. Sorprendido. Hasta cierto punto mutilado por todo esto. Sin rencores, sin ardides (no sé si esta palabra existe), sin importancia, pero ¡Qué pena me da tu caso! Jaja (disculpa la risa, pero lo releí y me causo mucha gracia).

Tú podrías tener lo que quisieras entre tus manos, porque tienes esa capacidad de crear colores y hermosos arcoíris con tus diferentes sonrisas. Pero de nada sirve la belleza de la naturaleza dando un show en un circo. ¡Qué lástima! ¿Cuántas personas son felices por tu causa? ¿Y tú? En serio, no tienes que mentirte, cuando lees.

Diré que te extraño, sí, mucho. Diré que quisiera que regreses, pero ya nada importa porque todo está perdido. Te perdiste. Y si regresaras ahora, solamente me quedaría irme a mí. Así que por favor, no lo hagas. Pero si alguna vez te encuentras de nuevo, mándale mis saludos más sinceros a ese ser que una vez quise y dile que la sigo queriendo, que la extraño demasiado. Pero quiero aclararte que no te extraño a ti, sino a ella. No te confundas. Ella que era un reto en la mente de cualquier artista, ella que era un poema de una métrica no precisa pero hermosa. A ella de estrellas en la mirada, arcoíris en la sonrisa y suave brisa del mar en el tacto. A ella sí, la extraño. Espero tú también.

Por mi parte, te diré que (aunque sé que no te importa) me encuentro bien. Aunque sigues haciendo falta, tengo un poco de poesía en el escritorio, unas cuantas letras, algo de música en la guitarra, la misma vieja bicicleta y algunas botellas de cerveza esperando destaparse. Todo lo que ya conoces junto a mis crudos pensamientos.

Escritos de un prosaico pseudo enamorado.


lunes, 23 de marzo de 2015

Mediocre

23/03/2015


Encontró la inspiración en una botella de cerveza, en un porro, en un perro, cualquier cosa era su musa, mientras ya no fuera ella. Estaba devastado, pero era necesario. Es la única forma coherente que existe para escribir bien dos o tres reglones de mierda.

Su cabeza le dolía, pero solo era un síntoma somático de todos los raspones, las grietas, puntadas y demás lesiones que habían en su alma desgarrada. Odiaba sentirse así, aparte de todo, no podía comprenderlo. ¿Qué demonios era eso que le afligía tanto? En serio, no lo sabía.

Sus hojas de papel, hablaban exactamente de lo mismo cuando estaba con ella. Patético. Otro escritor mediocre. Tenía la inspiración de su Melpómene a un lado, pero trágica por naturaleza, necesitaba perderla para poder encontrar la belleza de sus letras.

No existía monotonía en sus palabras. Su estilo de redacción se volvía maravilloso en un instante. La quería cerca, pero la necesitaba lejos. ¡Puta madre! Era la única forma de volverse un prodigioso de las palabras y tenía que aceptarlo. Estaba claro, su éxito dependía de la lejanía en la distancia que hubiera entre ambos.

Con todo eso y más se engañaba cada día para no sentirse triste. Sus escritos eran mejores pero no sobresalían de la media. La quería demasiado, añoraba su presencia, pero le faltaban huevos para aceptar esa mediocre realidad de la que dependía y hacer algo al respecto. Sin embargo, había encontrado la inspiración en una botella de cerveza, en un porro, en un perro, cualquier cosa era su musa, mientras ya no fuera ella.


Escritos de un prosaico pseudo enamorado.

lunes, 9 de marzo de 2015

El sabía escribir muy poco.

09/03/2015


Él sabía escribir muy poco, pero estaba enamorado de las letras. Le encantaba el romanticismo de las comas, la elegancia de los acentos escritos y le aterraba profundamente, la frialdad de los puntos finales.

Añoraba saber qué ocurriría detrás de esos tres puntos suspensivos, se enojaba con las explicaciones entre paréntesis (decía que eran muy redundantes), y realmente se apasionaba con el dramatismo explícito, brindado por unos signos de exclamación bien ubicados.

Danzaba entre prosa y soñaba en poesía, vivía entre cuentos, relatos, ensayos y biografías. Su vida dependía del rumbo que tomarán los párrafos, seguidos del punto y aparte. Se maravillaba enormemente de las letras capitales adornadas en algunos libros de cuentos de hadas, y enloquecía bravamente con el exceso de yuxtaposiciones en pequeños contenidos.

Conocía la soledad de las diéresis, apostrofes y demás virgulillas y las comprendía perfectamente. Por eso se admiraba de ellas cuando hacían su aparición triunfal, salvando por completo la historia de un enunciado.

En un principio se sorprendía por las hazañas de Titivillus en algunos de sus autores preferidos, sin embargo, después de un tiempo ya no se impresionaba, pues sabía que Seshat protegía los libros favoritos de su biblioteca personal.

Le agradaba la capacidad descriptiva que le brindaban las onomatopeyas, pero nunca le agradaron los guiones dividiendo las palabras; también había que mencionarlo, los punto y comas normalmente lo confundían.

Pensar en el tiempo, para él, era algo que le traía sentimientos encontrados. Por una parte pensaba en el tiempo que pasaba con sus libros y lo amaba. Por otra parte, comenzaba a odiarlo sabiendo que el tiempo se le agotaba y no sabía cuántas combinaciones de palabras no conocería.

A veces se enojaba con sus libros por esos finales que eran lo más alejado a lo que él esperaba; sin embargo, no podía remediarse, y aunque solía hacerlos volar por el enojo en algún momento, nuevamente les brindaba todo su cariño y amor, y los regresaba al altar que hacían los estantes de su librero.


Él sabía escribir muy poco, pero era un lector obsesivo, enamorado de las letras.


Notas de un escritor pedante.

lunes, 2 de marzo de 2015

Microrrelato #1


02/03/2015

Érase una vez un cuento de hadas. Érase una vez una vida. La vida no era un cuento de hadas y al cuento de hadas definitivamente no se le podía llamar vida. Y así pasaron la eternidad juntos, fingiendo comprenderse el uno al otro, gastándose bromas sarcásticas, dolorosas para los enamorados, incompresibles para los estúpidos.


Pequeñas notas de un escritor pedante.

lunes, 23 de febrero de 2015

Hipermnesia

21/02/2015


Algunas veces, en algún lugar, de repente me comienza a fallar la memoria. Por ciertos momentos, no identifico en qué lapsus de tiempo me encuentro, “pasado”, “presente”, “futuro”, todo es tan relativo en una monotonía asesina que recorre mi ser y lo deja tan confundido y en la absoluta nada.

Es difícil hacer entender a los demás el por qué, en fracción de segundos, una plática deja de tener el menor sentido para mí. Cómo de la nada, cambio de tema drásticamente y no poder fluir en la misma conversación que dos segundos atrás era tan intensa y congruente.

No es nada sencillo tener que explicarle a cada persona que me pregunta, por qué me vuelvo el más serio e irritable en los lugares más alegres, y por qué no puedo contener una carcajada y ser el más inoportuno en los sitios donde demuestro, que la cordura es lo que más me falta.

Yo creo que cuando la memoria me falla es cuando vuelvo a ser feliz realmente, o mejor dicho, es cuando hago un contacto real, con los sentimientos que me aturden y juegan bromas pesadas como las que menciono.

A veces me falla la memoria, pero no es esa falla de “no sé en dónde estoy”, “¿Cómo llegué aquí?” Sé en dónde estoy y sé cómo llegué aquí, eso lo tengo claro. Pero esas veces que me falla la memoria es al mismo tiempo lindo, raro y doloroso. Porque, cuando me falla la memoria, todo se deja caer de golpe, y no puedo parar de recordarte.

Escritos de un prosaico pseudo enamorado.